En Honduras todavía se sueña
miércoles 19 de octubre de 2011 Son artistas jóvenes quienes están liderando la conciencia social del país. No necesitan de medios, ni de opinión pública. Todo lo construyen con sus manos y con su creatividad. De esta forma, están tratando de cambiar su mundo, aunque pareciera que todo conspirara contra ellos.
Por Víctor Alejandro Mojica Páez
En el café 1331 de Tegucigalpa hay más de una veintena de jóvenes hondureños prestando mucho atención a César Manzanares. Están escuchando como este artista, especialista en “performance”, combate toda censura, haciendo las cosas que más le gustan. La mayoría ha llegado por invitaciones de Facebook, o por comentarios de amigos y no son necesariamente parte de la élite de jóvenes artistas contemporáneos de este país.
Pareciera que buscan una salida o más bien un respiro a su conflictiva situación social en este conversatorio que no tiene otro fin más claro que fomentar el arte entre ellos. César está sentado frente a un proyector que refleja sus trabajos. Se le puede ver de cabezas, con una caravela de cerámica, pero la foto más llamativa es aquella donde aparece sentado en una universidad, en camiseta, rapado, y repleto de tatuajes.
César se había convertido en una mara como parte de un proyecto, y se había metido a la universidad a conocer la cara más terrible del estigma. Luce sólo, cabizbajo, y aunque sus tatuajes eran frases latinas, poemas y dibujos animados, el resultado que buscaba fue encontrado: nadie se le acercó. Todos pensaron que era, en efecto, uno de esos antisociales que persiguen con firmeza las autoridades. “Quería provocar una reflexión”, me explica afuera de este café, que funciona como galería de arte, y que es uno de los pocos sitios que mantiene Honduras para estas expresiones.
En Honduras no hay galerías de arte, tampoco museos de arte contemporáneo, así que menos tienen un mercado para sustentar sus vidas, pero se las ingenian.
Son gente como César, o como Lester Rodríguez, quienes están marcando la diferencia en este país. Lester, por ejemplo, es quien organiza todo esto con la ayuda de la organización Mujeres en el Arte. Es profesor de arte, joven artista, y participa directamente de la Escuela Experimental de Arte y Capacitación Técnica, y en su tiempo libre, como esta noche, hace que jóvenes hondureños sueñen con otras cosas, o que sencillamente sueñen.
En Honduras no hay galerías de arte, tampoco museos de arte contemporáneo, así que menos tienen un mercado para sustentar su vida, pero se las ingenian. Este café, por ejemplo, les funciona como una plataforma muy útil. Aquí se presentan sus trabajos. En este momento hay una colectiva llamada Nómada 01, que es la primera convocatoria de este tipo, con 10 artistas emergentes y un artista invitado de una reconocida trayectoria en este país, llamado Gabriel Vallecillo.
Según Lester, desde hace unos años, el arte contemporáneo de Honduras ha tomado un giro crítico a su realidad económica y social, y aunque suene extraño, son situaciones como el reciente golpe de estado que sufrió Honduras, lo que más está contribuyendo al desarrollo y fomento de esta actividad: “De una u otra forma, el arte contemporáneo de Honduras ha tratado de aproximarse a estos fenómenos como un tema de estudio”... Y es que más allá del discurso, el arte está tomando un matiz de activismo, y el artista, confiesa Lester, se está involucrando directamente en temas políticos para crear conciencia social.
El arte contemporáneo de Honduras ha tomado un giro crítico a su realidad económica y social, y aunque suene extraño, son situaciones como el reciente golpe de estado que sufrió Honduras, lo que más está contribuyendo al desarrollo y fomento de esta actividad.
Esta noche he visto un proyecto titulado Curación, donde una joven intenta recuperar con unas gazas enormes un edificio maltrecho. En otro aparece un militar tocando un violín. Una acción totalmente contraproducente a su realidad y una ropa interior, de muñeca, con apariencia de niña, con frases tejidas como: ¿Do you like me?...
Quizás sus esfuerzos no logren un cambio radical en esta sociedad polarizada y apática a sus problemas. Pero son ellos, unos cuantos, quienes mejor están plasmando el sentimiento de este pueblo. Y su arte, aunque para muchos es una vía de escape, es la mejor forma de mirar hacia adentro, es una reflexión poderosa para encontrar una salida menos traumática a sus problemas.
Cesar me confesó, antes de despedirme, que él si guarda mucha esperanza en un futuro. Que Honduras necesita medicamentos que ya conoce, pero que no se atreve a tomarlos: “Yo creo que crisis va a haber. Lo que tenemos que hacer es sacar provecho de esa crisis, sacar la experiencia. Nos quedamos mucho con el dolor, pero no con la experiencia que nos deja haber vivido esta vida, y que al final nos hace encontrar mejores valores en el ser humano”...