(Con)viviendo en la ribera del Iténez
martes 30 de octubre de 2012 Después de cuatro días de navegación llegamos a casa de Chato. Chato ha supuesto nuestro primer padrino en este río. El que nos ha enseñado a pescar, a componer liñadas, a remar mejor... a entender el río y ver que una de sus mayores amenazas está en la gestión de su propia riqueza: el pescado, las petas y las tatarugas.
El Predio de San Andrés aparece como un oasis de vida en medio de la selva en la orilla Boliviana. Una casita en alto, con el siempre sorprendente techo de hojas de palma entretejidas, es lo primero que se ve cuando entras en el estirón. Chato está cerca de los 50 años, aquí ha nacido y aquí quiere seguir viviendo muchos años. Hace tiempo se dedicó al transporte de mercadería entre Guayaramerín y Vila Bela, en Mato Grosso donde nace el Guaporé/Iténez, y desde hace unos años se dedica a la pesca de subsistencia. Parte de sus capturas las cocina Susana, la mujer que comparte el predio con él, para algunos turistas brasileños que sobre todo los fines de semana vienen desde Porto Rolim, a unas dos horas río abajo a toda velocidad en deslizadora de 40 cc, a comer productos frescos del río.
Cuando navegas en una canoa de itaúba de 5 metros que apenas levanta un palmo por fuera del agua, el sentir una deslizadora metálica romper el espejo que forma el río, te pone alerta ante las olas que levanta y las que, si no estamos rápidos, pueden arruinar la sequedad de nuestro equipaje. La mayoría son turistas, en busca de grandes peces (que también son los grandes reproductores del río) para hacerse una foto con su trofeo y disfrutar de la sabrosa carne de los preciadísimos pescados del Guaporé/Iténez. Todo el mundo coincide en que están aportando algo de plata en la zona, pero al mismo tiempo miran con recelo algunas de las embarcaciones que según cuentan, parecen más pescadores profesionales enmascarados de turistas que otra cosa debido a la cantidad de capturas que realizan.
Recientemente se está regulando la ley pesquera deportiva en el río y repartiendo algunos folletos en puntos turísticos río abajo por parte de Brasil, que es quien aporta los núcleos de salida de turistas y los barcos que surcan los ríos cargados de gente. Las autoridades brasileñas ejercen una gran presión entre los pobladores de ambas orillas del río, que pescan con sus artes tradicionales prohibidas en la banda brasileña (como el trinche), pero lo hacen para su subsistencia o como medio de vida sostenible en los casos de venta de pescado a escala local.
Mientras, la gallina de los huevos de oro -para algunos- del turismo, no se puede tocar. Se le permite la captura de 5 kilos de pescado a cada uno de los turistas por día, y entre los ribereños hay quejas de que están en desventaja, ya que no siempre se dispone de gasolina para la raveta, que es mucho más lenta que los potentes motores de los turistas que les permiten llegar de un punto a otro de pesca en poco tiempo. Se quejan de que son investigados por las autoridades brasileñas con mucha más asiduidad que los turistas, de los que se presupone un cumplimiento de una norma que perjudica a los pescadores locales, ya que muchas de las capturas aunque sean devueltas al río lo hacen con lesiones que acabarán con el animal o siendo presa fácil de caimanes y bufeos.
El turismo de pesca está siendo explotado de manera intensa desde hace unos pocos años a esta parte y se ve por las autoridades como el futuro de la economía ribereña. Aquí los mercados no existen y es el río el gran abastecedor -especialmente en época seca-, sumado al monte y los pequeños chacos de subsistencia. Chato desde el primer día nos agasaja con suculentos platos ribereños que serán la tónica habitual en nuestra alimentación. Petas y tartarugas, mullangués, pintados, pirararas, pirañas, tucunarés... se autoerige en vigilante de la playa que nace frente a San Andrés, donde vive y donde desovan cada año los quelonios que significará la continuación del recurso alimenticio.
Han sido 7 días en los que compartimos esfuerzos mezclados con muchas risas, gastronomía y naturaleza, horas de pesca nocturna y preocupaciones sobre el río. Salimos de San Andrés después del amanecer y tras una ollada de café para espabilar ante los días de remo que nos llevarán hasta Porto Rolim. Antes, como siempre haremos en la navegación, vamos descubriendo pequeños brazos del río que nos meten en un mundo de orillas cerradas y pegadas a nosotros, con una fauna que nos hace olvidar los turistas que en el cauce principal aparecen cada día o cada dos días dependiendo del tramo. Las pascanas que armamos en pequeños claros de las orillas nos ayudan a sentir que se puede ser autosuficiente, con un fuego, pescado, un buen tempero y algo de arroz, poco más hace falta para unos viajeros poco exigentes en las comodidades como nosotros. Solamente perder el miedo al tigre y el caimán... pero eso se va ganando con los días y con la conciencia de que ellos tienen tanto o más miedo aún.
Cuaderno de a bordo
Viernes 31 de agosto. Día 9
-Construimos unas escaleras de acceso en el puertito.
-Limpiamos la zona de la cocina, quemamos el rastrojo y esparcimos las cenizas.
-Seguimos cavando el pozo. Profundidad 2,80 mts.
-Pesca nocturna: 0 capturas. Luna llena.
Sábado 1 de septiembre. Día 10
-Desayunamos con Doña Luisa en La Cruz. Vamos a despiezar un novillo con Joselino para venderlo en Remanso.
-Despiece y acarreo del novillo muerto.
-Después de comer continuamos con el pozo. A 2,90 mts encontramos agua. Hay que encontrar la manera de que sea agua limpia.
-Limpiamos el puertito de vegetación.
-Cena: Tartaruga.
-Pesca nocturna: 2 pirararas. Chato intenta atraer al tigre imitando su reclamo con una tutuma para que podamos verlo. Resultado negativo.
Lunes 3 de septiembre. Día 12
Inicio- 4:30
-Recogemos todo y lo llevamos a la canoa. Hacemos un café de litro y medio y partimos al amanecer.
-Nos acompañan los bufeos todo el camino. A las 11 vemos un lugar donde parar a comer junto a una playa protegida. Comemos una buena pirarara con arroz.
-Bajamos a bubuia todo el tramo de la playa donde vemos cientos de tartarugas, chajás, gaviotines, rayadores, caimanes de 4 metros, suchas y más aves. Un espectáculo impresionante.
-El calor es demasiado y en un bracito montamos campamento.
-Iguanas, lagartos, caimanes enormes, aves... dos nutrias gigantes se acercan a nosotros profiriendo bufidos y enseñándonos los dientes. Parece que acampamos cerca de su lugar habitual. Los suchas, mientras, apuran los huevos de un nido de tortuga en la orilla de en frente.
-De noche vamos a pescar frente a la pascana. En la playa lanzando hacia la pandura. En poco tiempo sacamos un surubí y dos pirararas. Nos quedamos con una y el resto las soltamos por ser demasiado grandes para nosotros. A lo lejos relampaguea una gran tormenta, hay que apresurarse pero un caimán de unos 4 metros está junto a nuestra canoa. Con miedo entramos, se marcha, vuelve a acercarse con nosotros dentro mientras remamos y definitivamente se aleja con alivio por nuestra parte.
-Cenamos, avivamos el fuego y a caer rendidos.
Martes 4 de septiembre. Día 13
-Recorremos temprano el brazo en el que estamos, observando aves y dejándonos llevar a bubuia.
-Pescamos por el día. Resultado: dos pirararas que nos comemos con arroz, ciruelas, castaña de pará y chivé.
-Los suchas desentierran un nuevo nido de peta y se van comiendo los huevos frente a nosotros.