La secuencia Uribe-Santos-FalsosPositivos-Presidencia-Ejército-Corrupción-Santos
lunes 17 de febrero de 2014 Juan Manuel Santos dice estar escandalizado por las revelaciones periodísticas que sitúan a la cúpula del Ejército en medio de un gigante negociado de corrupción. ¿Santos? ¿El mismo que fue ministro de Defensa? ¿El mismo que promocionó a los que ahora son salpicados por el escándalo?

Por Paco Gómez Nadal
Una de las ventajas del olvido es que deja muy tranquilos a los protagonistas de sus vergüenzas. El escándalo revelado por la revista Semana sobre el carnaval de corrupción dentro del Ejército colombiano no debería sorprender a nadie: una guerra es un negocio rentable, especialmente, en los pliegues de la legalidad.
Lo que debería sorprender es la sorpresa del presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, el auténtico mago del limpiado total del pasado.
Santos consiguió el aparato de Hombres de Negro (Men in black) para borrar la memoria de los colombianos y, de plano, la de todos los periodistas que escriben sobre el hoy sin recordar la secuencia histórica que nos ha traído hasta aquí.
Olvidemos de momento la corrupción en el Ejército y viajemos en el tiempo.
Juan Manuel Santos fue el eficiente Ministro de Defensa entre 2006 y 2009 bajo el liderazgo, indiscutible en aquel momento, del ahora repudiado Álvaro Uribe.
Santos fue el director ejecutivo de una estrategia agresiva que incluyó inmensas inversiones en las fuerzas armadas gracias a la generosidad gringa condensada en el Plan Colombia, la “profesionalización” de la gestión militar (incentivos por resultados, modelo empresarial, la muerte como mercancía), la violación de legislación nacional, tratados internacionales y fronteras, y una fuerte dosis de marketing para mostrar al mundo la eficacia del ‘nuevo’ Ejército patrio en la lucha contra el demonio, personificado en las FARC.
No importó que a la sombra del ministro Santos, crecieran las Bacrim, que se aprobara y se mal aplicara una vergonzosa ley de Justicia y Paz para el reciclaje del paramilitarismo que desangró (y desangra el país), que se invadiera territorio ecuatoriano para aniquilar (no capturar) a Raúl Reyes y sus “secuaces”, que se aceptara la mano de Iván Ríos como prueba de una traición para pagar la triste recompensa, que se utilizaran logos de la Cruz Roja para el operativo de liberación de secuestrados por parte de militares, o, lo que parece más aberrante, que aumentaran un 154% los casos de falsos positivos (ejecuciones extrajudiciales de ciudadanos para hacerlos aparecer ante la opinión pública como guerrilleros caídos en combate).
Los falsos positivos, hasta ahora han supuesto el asesinato de, al menos, 3.000 personas a manos de militares que estaban a las órdenes de Juan Manuel Santos que estableció una política de incentivos (vacaciones, remuneración extra, ascensos…) en función de la cantidad de subversivos dados de baja.
Hay unos 40 militares procesados por estos casos, pero el autor intelectual habita la Casa de Nariño y aspira a seguir en ella gracias a su “impulso de la paz” en Colombia.
Ahora, al conocerse el escándalo de corrupción militar, sabemos que además de robar, los implicados desviaban fondos para ayudar en la defensa de los militares implicados en los falsos positivos. Pero Santos no sabe nada. Es más, se escandaliza y olvida que la actual cúpula militar de Colombia es la que él ha construido entre los años en el Ministerio y los que ha pasado en la Presidencia.
Quizá tiene razón Héctor Abad Faciolince al vaticinar que todos seremos olvido, pero deberíamos intentar, mientras el aliento nos acompañe, no ser olvidadizos. Son dos cosas muy diferentes.