Donar

Otramérica es posible gracias a tu aporte solidario

Columnas de opinión Con los pies en la tierra

Crisis económica: la necesidad de un nuevo pacto social

sábado 03 de septiembre de 2011 Luis Paulino Vargas cree que el final o la transición del sistema capitalista que nos ha llevado a la barbarie va a ser lenta. Mientras, llama a un nuevo pacto social, con nuevos agentes, que pueda garantizar la vida digna.

Por Luis Paulino Vargas Solís

La crisis económica mundial ha provocado una situación de profunda perplejidad entre el establishment planetario de los economistas. Así, por ejemplo, un artículo en la muy prestigiosa e influente The Economist  (How to avoid a double dip). Se ofrece aquí un enfoque que tiene algo de místico –aunque solo sea por su adhesión dogmática al evangelio neoliberal- el cual ofrece algunas recetas para ajustar algunas tuercas aquí y allá, con la ilusión de que de esa forma se remontará la crisis. El fenómeno es sin duda mundial, pero los economistas oficiales en Costa Rica son particularmente pródigos a la hora de exhibir un simplismo realmente dramático (un caso para sentarse a llorar: ¿Tendrá efectos la nueva crisis mundial en Costa Rica?)

Parece que el capitalismo mundial necesita un nuevo Keynes, pero, de momento, no se ve por donde pueda surgir. O acaso sea que, por alguna razón que conviene investigar, la correlación de fuerzas políticas sigue del lado de las fórmulas que provocaron el desastre, de forma que, con ardorosa pasión suicida, se insiste en curar el envenenamiento administrando más veneno.

Prevalece una ceguera total frente al hecho muy básico de que los orígenes de esta crisis en gran medida están en la sistemática incapacidad de este capitalismo neoliberal, para concederles un sitio decente a las amplias masas constituidas por grupos medios y clases trabajadoras. Justo por ello el consumo se ha debilitado y las deudas se han disparado, de la mano de juegos especulativos que intentaban hacer creer que la riqueza real puede ser sustituida por la ilusión de los registros electrónicos virtuales. Los procesos de exclusión puestos en marcha a escala planetaria, constituyen hoy un ancla inmensa que frena cualquier posible recuperación. Y, sin embargo, el curso de los acontecimientos en Europa y Estados Unidos claramente apuntan hacia el agravamiento de la exclusión y la desigualdad, lo cual permite anticipar no solo que la recuperación seguirá siendo tarea muy ardua, sino que las perspectivas de mediano y largo plazo podrían ser peores.

Cualquier posible cambio no surgirá sino de la profundización de las luchas ciudadanas que, alrededor del mundo, están ya poniendo en jaque los sistemas  políticos y las estructuras de poder. Pero sin duda, el camino está erizado de grandes riesgos, porque la crisis también fortalece las ideologías fascistoides que, como el Tea Party estadounidense, moviliza sectores animados por un espíritu de violenta intransigencia.

Ese cerrado dogmatismo también tiene influyentes expresiones en Costa Rica. El gobierno de Chinchilla, como en general las oligarquías criollas, han optado por la negación. Les resulta impensable que deban admitir que su modelo de desarrollo hace aguas. Lo cual resulta comprensible si tomamos en cuenta que ahí les van sus más grandes intereses y privilegios. Y, sin embargo, el esfuerzo por darle vida artificial a este moribundo seguramente acarreará mucho sufrimiento y una profundización de los problemas sociales, económicos y políticos.

Urge una profunda modificación en las orientaciones del desarrollo nacional. Pero, a su vez, esto implica un nuevo pacto social. El pacto que sostiene al modelo ahora en crisis, ha sido uno donde concurren sectores oligárquicos criollos en alianza con poderosos intereses transnacionales. Ha sido, por lo tanto, un arreglo a cuya base subyace un principio de exclusión: fuera ha quedado el campesinado, los proletariados urbano y rural, la micro, pequeña y mediana empresa nacional. Es un modelo con un clarísimo sesgo patriarcal-machista y adultocéntrico, en el que las mujeres son sobreexplotadas, a las juventudes se les cierra oportunidades educativas y laborales, las personas mayores son tratadas como sobros humanos y las diversidades sexuales son basura que se tira bajo la alfombra. Del modelo usufructúan las finanzas, la especulación inmobiliaria, el gran negocio turístico, las transnacionales exportadoras y, en menor grado, el capital nacional dedicado a la exportación y el turismo. Tras la entrada en vigencia del TLC con Estados Unidos, aparecen nuevos frentes privilegiados gracias a la privatización de los mercados de seguros y telecomunicaciones en un juego de alianzas entre sectores oligárquicos criollos (típicas “clases compradore”)  y poderosos intereses transnacionales.

Un nuevo modelo requiere, necesariamente, un nuevo pacto social, es decir, nuevos sectores al comando de los asuntos nacionales. Este nuevo pacto obligatoriamente debe tener la capacidad de inclusión del que carece el pacto neoliberal. La crisis mundial frena las posibilidades de crecimiento económico del modelo neoliberal, e introduce nuevas amenazas. Lo realmente grave es que, al cabo de 27 años, es mucho el deterioro social y político acumulado, con el efecto seriamente agravante que estos años de crisis han traído consigo, en términos de un retroceso del empleo como no se veía en más de un cuarto de siglo. La nada descabellada posibilidad de que la crisis continúe golpeando durante varios años más, augura la profundización de los problemas. La sostenibilidad del modelo, y de hecho su legitimidad, quedan así prácticamente reducidas a cero. 

Sostener el modelo a toda costa parece ser la consigna de quienes –desde la economía, la política y los medios- siguen al comando del país. Pero ello tan solo augura un proceso de deterioro galopante y, por lo tanto, y muy tristemente, mucho sufrimiento. Esto genera condiciones propicias para la emergencia de nuevas alianzas que den el golpe de timón, pero por si solo no basta para que ello efectivamente se dé.

Se plantea así un paralelismo entre la situación de Costa Rica y la que predomina a nivel mundial, especialmente en Europa y Estados Unidos, pero no –al menos no en términos generales- en América del Sur. En este último caso, a lo largo de los últimos 10-12 años, ha habido un viraje en los pactos sociales y, respectivamente, en los modelos económicos. En algunos casos con mayor énfasis hacia la izquierda; en otros mediante alternativas más moderadas. Pero, en general, optando por vías de desarrollo que, primero, intentan curar las profundas heridas dejadas por la devastación neoliberal, y, segundo, mediante la construcción de modelos relativamente inclusivos.

Guardando las proporciones del caso, Europa y Estados Unidos, como Costa Rica, siguen bajo el predominio de los grandes intereses vinculados al proyecto neoliberal mundial. Y, como en nuestro pequeño país, ahí la crisis –que ya ha provocado verdaderas catástrofes- seguirá profundizándose hasta tanto no emerja un nuevo pacto y, con este, un nuevo modelo que, cuanto menos, restablezca un mínimo de racionalidad frente a la barbarie que hoy prevalece. No quiere esto decir que el capitalismo ha de ser eterno. El caso es que es un sistema histórico, como otros que han sido. Pero, por otra parte, la transición hacia algo distinto es inevitablemente muy larga y nada permite garantizar que necesariamente sea para mejor. Entonces, compete luchar para que en este complejísimo proceso prime el criterio de que los seres humanos –del sur o del norte, del este o del oeste- tengamos el derecho, y la posibilidad efectiva, de gozar de una vida digna.

Ir arriba

¿Qué puedes hacer en Otramérica?

×