El mercado de la fe en Colombia
domingo 10 de febrero de 2013 Buga, una de las cinco principales ciudades del Valle del Cauca (Colombia), tiene una economía que gira alrededor de los rezos y los rosarios. Una fe que mueve montañas de dinero. Este es un reportaje elaborado por el equipo que está terminando de editar el documental Mercaderes de la fe.
Por Equipo del documental Mercaderes de la fe
Para el 2010 en Colombia había 38 millones de católicos. Desde ese entonces y hasta ahora, el mercado que se da alrededor de los creyentes, mueve la economía de ciudades enteras. A Guadalajara de Buga, en el Valle del Cauca –uno de los principales centros de peregrinación en Colombia-, acuden tres millones de personas al año por turismo religioso. La economía de la ciudad es jalonada en gran medida por la venta de bienes y servicios: hotelería, restaurantes, comercios, etc. En palabras del sacerdote redentorista Diego Arboleda Valencia, el “milagroso hace que Buga sea Buga (…) hace que el comercio crezca naturalmente”.
En las afueras de la Basílica del Milagroso hay alrededor de 300 comercios que se dedican a la venta de objetos religiosos y 1.200 personas viven de esta actividad comercial. Allí venden escapularios, estatuillas, imágenes, velones, aceites y cuadros: “una vez que la indiecita se encontró al Cristo en el río, fue que se le dio el nombre del Señor de los Milagros de Buga, y desde eso la gente empezó a venir a Buga, y la gente de acá empezó a salir con bandejitas a vender escapularios y vio que eso era productivo, y así fue creciendo el comercio de los objetos religiosos”, relata Carlina Mesa Martínez, vendedora de Reliquias Daniela.
Según la Cámara de Comercio de este municipio, el comercio representa para Buga 634 millones de pesos (353.000 dólares) al año en ventas y es uno de los principales generadores de empleo, pues 6.170 personas se dedican a esta actividad económica. Cuenta Juan Carlos Ramírez, vendedor de objetos religiosos, que esta boyante actividad comercial es producida por la iglesia “porque los padres siempre han dicho: ‘por favor comprar los artículos religiosos antes de la misa para hacerlos bendecir’”. Contrario a lo dicho por el vendedor de objetos religiosos, el sacerdote redentorista menciona que el comercio no es responsabilidad de la basílica y que la venta de objetos recae en las personas.
Esto podría decirse que se ve reflejado en las preferencias de los fieles por unos u otros objetos, pero el señor de los milagros es el más apetecido. Cristina Amaya, directora de Plásticos Amaya -empresa de artículos religiosos- en entrevista con la Revista Dinero, expresa que los artículos más vendidos con la imagen de alguna personificación son: el Señor de los Milagros; Jesús; el Divino Niño; la Virgen del Carmen; la Virgen de Guadalupe; la Virgen de Chiquinquirá; la Virgen de Las Lajas; San Antonio; San Judas Tadeo y el Arcángel Miguel.
Pero la venta de personificaciones ha disminuido con los años. El fundador de artesanías La Pirámide, Giovanni Amaya -en la misma revista-, manifiesta que por cuenta de las nuevas religiones que hay en el país, las ventas han disminuido entre un 30 y un 40 por ciento. Esto se ha visto reflejado, menciona él, en la disminución del número de peregrinos a Buga.
Paradójicamente la reducción del número de visitantes no ha afectado al sector hotelero y de restaurantes, ya que en 2011 mostraron un crecimiento del 188%, representando utilidades por 13.976 millones de pesos para el municipio. Jean Fabián Taborda, jefe de promoción y desarrollo de la Cámara de Comercio de Buga, resume esto de la siguiente forma: “la vocación es el turismo religioso, paralelo a ese turismo religioso se ha visto (…) el crecimiento del sector de los restaurantes, del sector hotelero y todo lo que tiene que ver con agencias de turismo”.
Comercio de objetos religiosos y dogmas de fe
Los católicos tienen prohibido adorar estatuas e imágenes. Los textos canónicos son reiterativos en decir que dicha práctica está mal. Danilo Orozco creyente evangelizado dice que “hay personas católicas que tergiversan la fe, que ven la imagen como algo mágico, que las tocan, se arrodillan ante ellas horas enteras, pensando en que van a obtener de ello algo de inmediato, hay católicos equivocados que convierten eso en idolatría”.
Las imágenes para los católicos tuvieron en un principio un carácter pedagógico, dada la imposibilidad de los fieles para leer los textos y por el desinterés de la iglesia, ya que siempre trató de mantener la Biblia en latín.
En la Edad Media existió la Biblia Pauperum que era una colección de imágenes que representaban la vida de Jesús y tenía como fin educar a los pobres; en nuestro contexto es casi imposible que se dé esto del todo, pero no se puede descartar el carácter pedagógico de la representación.
Si entendemos la imagen como un medio de comunicación -que vincula sentidos-, “la imagen es una forma de materializar códigos culturales evidentemente, y la imagen detona la aparición del poder simbólico que ese código puede ejercer sobre la conducta de cualquier persona creyente”, menciona el comunicador social-antropólogo Carlos González Colonia. En otras palabras, las imágenes se pueden pensar como un vehículo para promover tipos de pensamiento, formas de ver el mundo; por ejemplo, en el nacional socialismo se usó la iconografía para promover un tipo de doctrina política y religiosa.
En el caso del catolicismo la imagen ha sido usada para fomentar en los creyentes cierto tipo de valores, por ejemplo el de la familia. Esta es representada en los vitrales por la familia nuclear biparental ideal (Jesús, María y José).
El hecho radica en que los católicos están “llamados a venerar las imágenes no a adorarlas, en ningún momento a decir que esa imagen es el mismo Dios, (…) esa imagen o esa estatua o esa obra de arte nos debe llevar es hacia Dios”, dice el sacerdote y teólogo Juan Manuel Echeverri. Contraria a la posición del teólogo, el profesor de la Maestría en Filosofía de la UTP Alfredo Abad, considera que la iglesia sí promueve el negocio de las imágenes, pues no ha asumido una postura radical frente a ellas. ”Hay muchos entes dentro de la iglesia que obviamente se están nutriendo del comercio de imágenes (…) desde el punto de vista ideológico la iglesia sí lo permite o al menos implícitamente por cuanto asume que el trato con imágenes o el comercio con imágenes es algo a lo cual la gente accede por necesidad religiosa sin que la Iglesia lo esté negando en el sentido de que no lo asume como una idolatría”.
Es esa postura de la Iglesia Católica la que critica el creyente Danilo Orozco, pues cree que el mercado “lo genera un pequeño grupo de creyentes que ven en esto como un negocio lucrativo y a la Iglesia en verdad le ha faltado más evangelización en este aspecto”.
Fuente original: Tras la Cola de la Rata