¿Pueden ser racionales los europeos?
jueves 28 de marzo de 2013 Julia Suárez Krabbe considera que dedicarse a responder las preguntas irracionales que emanan de la casa del amo es mantenerse golpeando a su puerta, esperando a que se abra. Y ese ha sido el error, a su juicio, de Walter Mignolo al responder a una provocación en forma de pregunta: "¿Pueden pensar los no europeos?". Reproducimos el texto de Suárez Krabbe porque centra el debate decolonial frente al eurocentrismo académico.

Por Julia Suárez Krabbe (IHRC)
Tomado de la Islamic Human Rights Comission
Traducción de Alberto Supelano
¿Son humanas las poblaciones indígenas? Esta pregunta estuvo en el centro de los debates filosóficos del siglo XVI, y sus elaboraciones sentaron los fundamentos del derecho internacional y del pensamiento contemporáneo sobre los derechos humanos[1]. “¿Pueden pensar los no europeos?” es una pregunta muy similar. Solo es posible hacer estas preguntas desde la actitud racista e imperial que está en la base de la construcción del conocimiento eurocéntrico. En otras palabras, solo es posible hacer estas preguntas si ya se sabe que se es mejor que aquel a quien se cuestiona. Esta es la razón esencial para que los académicos y activistas decoloniales teoricen esta cuestión y los problemas que nos plantea. Ser cuestionado de esta manera lleva a diferentes reacciones entre quienes son cuestionados: pueden aceptar la pregunta y contestar “sí, también somos humanos” o “sí, podemos (pensar)”, reacciones que aceptan la pregunta en sus propios términos e intentan adaptarse a ella.
Por supuesto, estoy hablando del debate entre tres académicos. El debate fue iniciado por el escrito de [Santiago] Zabala sobre [Slavoj] Zizek, quien recibió una respuesta de [Hamid] Dabashi titulada “¿Pueden pensar los no europeos?[2], seguida por la respuesta de Mignolo: “sí, podemos”[3]. El debate ha sido ampliamente compartido en Facebook, y esto confirma que hay un creciente interés acerca del problema del conocimiento eurocéntrico. –en efecto, más o menos en los últimos 10 años el tratamiento del eurocentrismo se ha vuelto cada vez más aceptado en el mundo académico. Pero no hemos pasado al siguiente nivel de la discusión, el cual se refiere a las relaciones de poder en la producción de conocimiento: ¿pueden ser racionales los europeos? Esta última es otra reacción a la pregunta acerca de nuestra capacidad para pensar como académicos del sur. Pero a diferencia de Dabashi y Mignolo, no acepta los términos de la pregunta, y llama en cambio la atención acerca de cuán incrustada está en la actitud colonial[4].
Preguntar si los no europeos pueden pensar es absurdo: es como preguntar si el sol brilla. A lo sumo, solo tiene sentido para quienes siguen dominando en la producción de conocimiento. Para los académicos y activistas del sur carece de todo sentido participar en este tipo de discusiones que son, de hecho, racistas desde el principio. Por cierto, hoy existe una fuerte corriente de pensamiento que no solo critica los fundamentos eurocéntricos de eso que se supone es ciencia. También pone en tela de juicio la cientificidad, por así decirlo, de la ciencia. Tiene en cuenta que el poder para definir lo que es científico sigue en manos de un pequeño número de académicos –varones blancos– y es por esas razones que deberíamos en cambio escudriñar la “racionalidad” europea. Por ello me sorprendió leer el aporte de Mignolo a la discusión: él no aborda el problema concerniente a la pregunta acerca de nuestra capacidad para pensar; y esto es quizá aún más sorprendente porque invoca a Dussel, a Fanon y a Gordon. De modo que si bien algunos de los puntos de Mignolo son importantes, su importancia queda oscurecida por haber elegido “sí, podemos” como punto de partida –y de llegada– de su escrito.
Permítanme aclarar que hablar de la irracionalidad de los europeos no equivale a hablar de las personas que viven en el espacio geográfico europeo, ni a invertir la pregunta e incurrir en los mismos problemas que criticamos. Preguntar si los europeos pueden ser racionales es, más bien, abordar el problema de la geografía de la razón; en sus versiones dominantes contemporáneas la razón es blanca, europea, masculina, cristiana (pretendiendo ser laica), racista y capitalista. Debería ser obvio que la pregunta relevante que deberíamos hacer aquellos de nosotros que pensamos desde lugares corporales, existenciales y políticos diferentes del eurocéntrico dominante no es si podemos pensar. Nuestra tarea consiste en cambio en cómo seguir abriendo espacios donde el mundo académico dominante pueda reconocer y aceptar sus propias limitaciones y cambiar en consecuencia.
Consideremos este ejemplo. Un amigo chileno da lecciones individuales de español a una joven danesa. Ella le pregunta si Chile es democrático. Él le responde que Chile no es democrático porque no participó en las guerras de Irak y Afganistán. Leída con los lentes de la racionalidad eurocéntrica la respuesta de mi amigo es irracional. Pero reflexionemos sobre su razonamiento: está cuestionando el carácter “democrático” de su país desde el comienzo, como si fuera la cosa más natural. La pregunta no le permite discutir qué es realmente la democracia: ni en términos de los actuales abusos internacionales del poder donde los genocidios se legitiman en nombre de la “democracia” ni en términos de cuáles serían los estándares para decidir si un país es democrático. Queda borrada toda la historia de la violencia racista que subyace a la idea eurocéntrica de democracia y es invocada en
cambio como un orden natural[5]. A este respecto, la respuesta de mi amigo solo emplea la misma racionalidad que plantea la pregunta: los países que invadieron a Irak y Afganistán proclaman ser democráticos. De modo que participar en esas guerras debe ser un criterio de democracia. Por tanto, Chile no es democrático.
Del mismo modo, ese cuestionamiento de la humanidad o de la capacidad democrática del “otro” ha sido parte integral de los empeños “humanísticos” europeos, de modo que la pregunta sobre la capacidad para pensar racionalmente, para hacer ciencia, con respecto a los académicos del sur ha sido parte de las configuraciones racistas del poder a escala global. Esto es importante porque el simple acto de preguntar si los otros pueden pensar no es solo una expresión de poder, es violencia. Como dice Maldonado- Torres, es preguntar lo más obvio. Sin embargo, se mantiene el hecho de que si bien la pregunta es irracional y violenta es en la mayoría de los casos, implícita o explícitamente, respondida negativamente: no, los no europeos no pueden pensar. En consecuencia, tenemos campos interminables de estudios en las ciencias sociales y las humanidades de todo el mundo que estudian las preocupaciones eurocéntricas bajo la apariencia de “enfoques globales”. Esto es irracional, así como lo es el hecho de que “universal” es una palabra que solo cubre lo que es europeo. Y aun si la pregunta tuviera respuestas positivas, como en los casos de Mignolo y Dabashi, el problema sigue sin resolver, y las violencias racistas que tal pregunta representa y legitima son ignoradas. Lo que importa no es, en efecto, la respuesta, sino el hecho de que se haga la pregunta. Hacerla ya presupone que el “otro” es cuestionable, menos valioso[6].
El problema que enfrentan los académicos del sur es entonces el de ser relegados al estatus de ser irracionales, cuando nosotros –muy racionalmente– abordamos y conceptualizamos los profundos problemas y las obvias deficiencias del conocimiento eurocéntrico. Permítanme explicarlo recordando una metáfora de Audre Lorde acerca de la casa del amo. Lorde la expresó así:
Porque las herramientas del amo nunca desmantelarán la casa del amo. Pueden permitirnos ganarle temporalmente en su propio juego, pero nunca nos permitirán lograr un cambio auténtico. Y este hecho solo amenaza a aquellas mujeres que aún definen la casa del amo como su única fuente de apoyo[7].
Pensemos en la casa como algo que lleva a preguntar si los no europeos pueden pensar. En otras palabras, la casa es “racionalidad” eurocéntrica. Los elementos que estructuran la casa son métodos “científicos”, por medio de los cuales la casa obtiene máxima consistencia. El problema de esta “racionalidad” es que nadie puede contradecirla, porque la casa misma determina los espacios de reflexión –la lógica– y por supuesto ningún ser “racional” derribaría las paredes de Su propia casa[8]. En el conocimiento eurocéntrico dominante la “racionalidad” exige congruencia con ella misma, y esta congruencia se logra a través de sus propios métodos. Un elemento significativo esencial en estos métodos es precisamente la pregunta acerca de la capacidad del otro para pensar o ser democrático. En otras palabras, la racionalidad no solo se ve a sí misma como razón, sino como la única razón. Por esto niega activamente cualquier cosa diferente[9].
Dedicarse a responder las preguntas irracionales que emanan de la casa del amo es mantenerse golpeando a su puerta, esperando a que se abra. Pero esto está muy lejos de llevar a un cambio auténtico. Tenemos que pasar a cuestionar los fundamentos de la casa; a preguntar qué es lo que permite hacer preguntas irracionales, racistas y violentas como si fueran racionales y legítimas. En este empeño no necesitamos convencer a los europeos de nada, ni tomar en cuenta sus preguntas racistas. En cambio, necesitamos aprovechar el carácter defectuoso de la casa del amo y desmantelarla.
*Julia Suárez Krabbe coordina la red Decoloniality Europe, integrada en su mayoría por activistas y académicos del sur que trabajan contra el racismo, la islamofobia y el colonialismo en Europa (http://decolonialityeurope.wix.com/decoloniality). Es profesora asistente en el Departamento de Cultura e Identidad, de la Universidad Roskilde, Dinamarca, e investigadora asociada en el Centro de Estudios Sociales (CES) de la Universidad de Coimbra, Portugal. Con la cofinanciación del Danish Social Science Research Council participa actualmente en el proyecto de investigación “ALICE – Espejos Extraños, Lecciones Insospechadas” (www.alice.ces.uc.pt) coordinado por el profesor Boaventura de Sousa Santos y financiado por el European Research Council (FP/2007- 2013).
[1] Ver, por ejemplo, Suárez-Krabbe, “Race, Social Struggles, and ‘Human’ Rights: Contributions from the Global South”, http://www.criticalglobalisation.com/Issue6/78_102_RACE_HUMAN_RIGHTS_JCGS6.pdf
[2] http://www.aljazeera.com/indepth/opinion/2013/01/2013114142638797542.html
[3] http://www.aljazeera.com/indepth/opinion/2013/02/20132672747320891.html
[4] 4 http://www.youtube.com/watch?v=Ze_71xvHuoI
[5] Ver también los aportes de Ramón Grosfoguel acerca de “la cuestión de la democracia”, http://www.youtube.com/watch?v=faWQFUdrp6M
[6] Maldonado- Torres, Nelson (2008), “Against war. Views from the Underside of Modernity”, Duke University Press.
[7] http://lists.econ.utah.edu/pipermail/margins-to-centre/2006-March/000794.html
[8] Ver Lewis Gordon para más elaboraciones acerca de la racionalidad científica actual en: Gordon, Lewis (2011): “Shifting the Geography of Reason in an Age of Disciplinary Decadence”, Transmodernity 1, 2, pp. 95- 103, http://www.escholarship.org/uc/item/218618vj
[9] Ver también Santos, B. S. (2004) “A critique of lazy reason: Against the waste of experience”, en I. Wallerstein, ed., The Modern World-System in the Longue Dureé, pp. 157-198, London, Paradigm.