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GUATEMALA

El funcionario que no quería a su país

miércoles 30 de noviembre de 2011 Víctor Mojica terminó su Ruta con Otramérica pero hasta el último instante se topa con sorpresas... Las élites de Centroamérica son el problema en sí misma y este alto funcionario diplomático con el que conversa es la metáfora viva de una realidad dolorosa.

Por Víctor Alejandro Mojica Páez

El diplomático tiene su edad y carga prendas de oro en la ropa, manos, cuello y aretes. La más llamativa es un prendedor de un lagarto que lleva en el saco verde. Usa unas gafas oscuras grandes, de esas de moda que te hacen ver como una mosca, que cubren casi todo el rostro, y en su dedo todavía resalta la secuela de la elección en Guatemala: “esta tinta demora sus días” susurra, sin voltear a mirarme. 

Viajo de regreso a Panamá de la ruta Otramérica, desde el centro de Guatemala. Las elecciones ya pasaron y el país sigue igual. Otto Pérez Molina, su nuevo presidente, ya tiene personal para su gabinete, un plan para reducir la violencia aumentándola, y un panorama para nada sencillo, que el amigo colega, Carlos Martínez de El Faro.net, medio especializado en Centroamérica,  me lo explica de esta forma: “el narco tiene un control poderoso, hay un estado corrupto,  un racismo y  un clasismo muy marcado”. A todo ello, se vislumbran políticas de inclusión social tan tímidas que ser optimistas resulta ofensivo.

Pero a este diplomático que me acompaña le sobra positivismo. Lo irradia. “Es la oportunidad de Otto (Pérez Molina), ya (Manuel) Baldizón tendrá su oportunidad. Y escúcheme, será Presidente, desde ahora se lo digo”, comenta con una discreción similar a un secreto. 

 “Guatemala necesita mano dura, vos. A este pueblo le gusta esto”, agrega. Trabajó en los últimos gobiernos post guerra civil, incluyendo el último de Álvaro Colom, y, según sus palabras, espera continuar su bregar diplomático con Pérez Molina.

Y los años, todos estos años que ha trabajado para su país, no le han permitido conocerlo todavía. Le complica eso de ser multicultural y multilingüe. Le suena a ruinas y pobreza “porque los indígenas tienen como 200 idiomas, y es imposible llegar a consensos con ellos”.

Guatemala, para su bien, debería seguir los caminos de los “Nicas”, me dice.  “No hay sindicatos y se piensa con la izquierda y se logra con la otra todo”. “Hasta los empresarios de Guatemala están pensando en irse para allá”. 

Habla pero no mira, como si se dirigiera a un espejo y cuando puede gira su rostro cerca de mi oído. Pidió vino, y servilletas adicionales para limpiarse del almuerzo. Todo lo que hace lleva un protocolo glamuroso: desde alzar el vaso plástico del vino hasta revisar las revistas del avión. 

Pero además conoce interioridades de su política, confidencias, intimidades. Que a Colom, por ejemplo, lo afectó su esposa, “ellos como que ya no salen”. Que a Otto se le acusa de cosas que no ha hecho, “lo conozco muy íntimamente y es incapaz de matar”. Que la Menchú es una derecha y que si Baldizón ganaba se acababa Guatemala. “Pero será Presidente”, repite.

Y todo lo dijo porque quería. No nos habíamos presentado, y el avión estaba revuelto con los pasajeros buscando asientos. Pero había una necesidad de conversar, que escuché perplejo, confirmando lo difícil y doloroso que resulta la política desconectada, hasta Panamá, cuando se despidió con una tarjeta de su gobierno, una solicitud especial de seguir “conversando cuando desees”, y estas interrogantes:

 

_¿Y usted como lo vio? Consulta. ¿Le gustó? 

_Quisiera volver.

_ Si quieres cambiamos de país. ¿Qué te parece?...

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