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México

Un partido con Javier Sicilia [e hijo]

miércoles 28 de marzo de 2012 Un partido de fútbol con Javier Sicilia. Una noche de homenaje en Cuernavaca. Un Movimiento que reta al olvido y al modelo violento del Estado. Pequeña crónica apresurada.

Por Paco Gómez Nadal

El comandante conduce rápido. Fuera, México se diluya en una guerra estúpida inventada en Washington y ejecutada con entusiasmo por un presidente agonizante, Felipe Calderón. El líder habla de literatura, de surrealismo, de paramilitares y de estrategias de protección. Va camino a un partido de fútbol muy especial En la cancha un niño de 10 años, cuatro chicas jóvenes, un hombre entrado en los 50 y 10 muchachos entre los 22 y los 25. Juegan para recordar.

Javier Sicilia, un prestigioso poeta en México y un padre mundialmente  conocido por su rabia y su dolor, se pone la camiseta número 18 de la Universidad Americana de Morelos (Cuernavaca). Aquí se juega el partido. Esa era la camiseta de su hijo, Juan Francisco, asesinado hace un año  en el fuego cruzado de la denominada como “guerra contra el narcotráfico” junto a seis amigos. Su muerte destrozó al poeta y su poesía conmovió al país. Sus pasos se acompasaron con otros miles para marchar sobre el Zócalo, en México DF, donde entraron el 8 de mayo de 2011. Era el nacimiento del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD), un inmenso conglomerado de víctimas de esta sangría que, desde 2006, ya ha matado a 60.000 personas, ha desaparecido a 20.000 y ha obligado a desplazarse a otras 100.000.

El poeta sólo aguanta 10 minutos en la cancha. “La edad…”, se justifica. Pero también debe pesar el dolor, el cansancio de las múltiples caravanas organizadas por el MPJD [la próxima irrumpirá en el Estados Unidos de la campaña presidencial el próximo agosto], de las miles de historias escuchadas, de los “miles de abrazos” dados.

Dice este hombre de voz gravísima y discurso tejido con suavidad calculada, que en las próximas elecciones presidenciales de México, en junio, “la gente no va a elegir entre un partido u otro, sino que votará por el cartel [del narco] que prefiera”. Una pérdida de brújula costosa que este hombre enfrenta desde una catolicismo declarado –que se visualiza en los rosarios y cruces de madera que cuelgan en su pecho – y desde un anarquismo igual de manifiesto: “Creo que vamos hacia un cambio civilizatorio; hacia una confederación de pequeñas comunidades autónomas, sin Estados… pero ese va a ser un proceso muy largo, doloroso, peligroso… y ni siquiera sé si sobreviviremos a ese proceso porque el orden mundial del capitalismo se va a defender con todo”.

El proyecto de autonomía lo ha visto en directo en territorio zapatista –ellos son los que lo tiene más claro-, y cree que hacia ahí hay que mirar. “El norte de México, especialmente Monterrey, es lo que según el neoliberalismo debemos ser. Pero resulta que ese individualismo, esa competencia, esa deshumanización, los ha dejado solos y cuando legaron los problemas [la violencia del narco] no saben cómo reaccionar, viven aislados en el miedo. El sur de México, especialmente en la zona zapatista, es lo que según el neoliberalismo jamás deberíamos ser. Pero allá los valores son otros: hay un tejido social sólido, se practica la solidaridad y hay bajos niveles de violencia. Allá las comunidades son más fuertes, más dignas, más humanas”.

El MPJD, y Sicilia en particular, son duramente criticados por sectores progresistas de México que consideran una derrota sentarse a negociar con el Gobierno de Calderón o con las autoridades estatales, como lo ha hecho el Movimiento en varias ocasiones. Pero el líder original de esta organización de víctimas se justifica de una manera muy práctica. “Nosotros somos un movimiento de víctimas, no tenemos una causa más profunda… de carácter social o político. Y las víctimas reclaman justicia y asistencia y eso, ahora, nos guste o no, es responsabilidad del Estado, así que es a él a quien le debemos exigir esa justicia y reparación”. Hasta hoy, en el primer año de vida del MPJD, se han logrado algunas cosas. La principal: “Haber hecho evidente lo que parecía evidente. Es decir, que las víctimas son seres humanos y de este modo contrarrestar la criminalización que hace el Estado de ellas”. Además, se ha abierto una procuraduría de atención a víctimas, se está peleando en el Congreso Federal para mejorar la legislación sobre víctimas y violencia, y, ante todo, se ha proporcionado asistencia legal, psicológica y médica a miles de víctimas que “han encontrado una gran familia en la que reivindicarse”.

En el juego de fútbol no se habla de estas cosas…. suena demasiado  grandilocuente. El homenaje a Juanelo –que así llamaban al hijo de Sicilia cuando lo mataron a  los 24 años de edad- es de una humanidad aplastante. Su papá, su mamá, algunos familiares, los jugadores de su equipo… En el partido, Juanelo, Juan Francisco, se llama Villa, el jugador del América [y del Espanyol] que tanto le gustaba. hablan de él en presente, escriben sobre él en futuro. Es lo que tiene la vida, que a veces es más terca que la muerte y que, a pcoo que se le empuje, podría, sólo podría, cambiar un país.  

 

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